Nota del periodico Mural sobre la obra de Luis Barragán
24 de marzo del 2012
http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9134912
Pensar, edificar y morar. Luis Barragán fue y será uno de los contados arquitectos que lograron hacer que una casa cantara. Sí, en el argot de la profesión de edificios se comenta que cuando una casa canta, definitivamente se trata de una creación pura, casi perfecta. Su estilo fue un entremezclado de corrientes regionales con modernistas, algunas europeas y hasta musulmanas forjó una visión innovadora, adelantada a su tiempo. La experiencia infantil en el entorno rural mexicano y su cercanía con la naturaleza serrana dejarían en él una profunda huella, que más tarde se vería reflejada en sus creaciones artísticas.
Nació el 9 de marzo de 1902. Barragán corresponde a una generación de arquitectos forjados en el oficio. Cursó sus estudios preuniversitarios en el Colegio de los Jesuitas y más tarde estudió en la Escuela Libre de Ingenieros de Guadalajara.
“Fue un hombre de su época. Las vivencias le forjaron una manera diferente de convivir con los ambientes. El conjunto de una modernidad, tradición y experiencias le brindaron nuevas propuestas de composición. Fue un transformista de la arquitectura”, comenta José Alfredo Alcántara Gutiérrez, investigador del Centro Universitario de Artes Arquitectura y Diseño (CUAAD) de la Universidad de Guadalajara.
¿Y si pasamos del examen superficial a la expresión? La obra de Luis Barragán se repliega con frecuencia en texturas rugosas y colores encendidos. La inesperada combinación táctil y un resumen visual de su devoción por la sensualidad oriental y la austeridad franciscana son una contradicción que se engloba de forma perfecta en su obra.
Entre los años 1925 y 1931, sus viajes fueron transcendentales. Viajó a Francia, visitando en París la Exposition Internationale des Arts Décoratifs et Industriels Modernes en la que conoció el trabajo de Ferdinand Bac, que se convirtió para él en una influencia directa hacia el paisajismo con su libro titulado Jardins echantés. En su recorrido por el conocimiento tiene un encuentro con las culturas mediterráneas, tanto europeas como musulmanas, las cuales influenciaron su arquitectura utilizando un elemento identificatorio de su nuevo estilo: la Alambra, con el uso expresivo del agua. El lenguaje formal de su arquitectura está hecho de construcciones masivas, gruesos muros y aberturas dosificadas, donde los acabados son de una marcada textura y a veces con colores brillantes. La fuerte influencia de Barragán surgió de una plática que tuvo al regreso de su viaje con sus amigos Rafael Urzúa, Pedro Castellanos e Ignacio Díaz Morales a partir de la tertulia en la que se cimentó el movimiento de la arquitectura tradicionalista influenciada en su totalidad por una filosofía humanística. Ese sería el germen de sus futuras producciones.
“La depuración de los valores, la arquitectura hispano musulmana regional e indígena fueron las tres cúpulas que él fusionó. El patrimonio que Barragán ha dejado en nuestra ciudad es desconocido por la mayoría de los tapatíos y por consecuencia, se encuentra en un estado de descuidado”, afirma Mónica del Arenal, arquitecta especiailzada en Restauración de Monumentos de Arquitectura por la Universidad Politécnica de Cataluña y miembro de Albertina Producciones.
La casa originalmente llamada Efraín González Luna, hoy Casa ITESO Claviajero, el Colegio de Arquitectos, Parque Revolución, el fraccionamiento Jardines del Bosque, el Hotel del Bosque, las Casas Herper Garibi, Casa Orozco, Casa Robles Castillo, Casa Dúplex “Robles de León”, Jardines del Bosque, la Glorieta de Arcos, entre otras edificaciones, son sólo un poco del patrimonio tangible aún. Gran parte del mismo ha sido derrumbado, renovado e incluso demolido.
En Jalisco su legado se encuentra en el olvido. La etapa del arquitecto en Guadalajara suele pasar desapercibida. Oscar Núñez, profesor de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO), comenta que la falta de interés de las autoridades y de los mismos ciudadanos de preservarlo son el principal artífice de la destrucción del patrimonio: “La obra de Barragán es importante en la historia del arte, no nada más nacional, sino internacional. Creo que no ha habido una conservación de este patrimonio para un arquitecto que ha influenciado a grandes, como Toyo Titeo y Tran Geau”.
“La gente sabe muy bien de la influencia que tuvo. Un acierto favorable para él fue el salirse de un arte ranchero-folclórico a un arte más espontáneo”, comentó en alguna ocasión el artista plástico Juan Soriano, quien se mofaba de su inclinación religiosa al referirse a él como: “un elegante caballero católico”.
Sin embargo, la desconsideración hacia sus obras es amplia.“Las obras de Barragán trastocan las fronteras establecidas de la arquitectura. Muchas personas conocen el nombre, mas el peso de sus creaciones suelen verse con un sentido muy superficial. Automáticamente se cree que se conoce. La mayoría de los especialistas en sus obras se enfocan a su parte formal, pero se desconoce la más importante: la inicial, la cual basa su profundidad en los espacios. El germen de sus futuras obras inició aquí en Guadalajara”, afirma el arquitecto Oscar Núñez. La trascendencia prevalece. El conocimiento se riega como el agua. Para el arquitecto Gustavo Villaseñor, el legado se su maestro lo acompañó desde su primer plano. Él forma parte de la primera generación en la que su estilo se reflejó de una manera concisa: “Nosotros como generación tuvimos un acercamiento. A través de él fue que comenzó la arquitectura en el estado, fue el parteaguas de la profesión. Guadalajara tiene un estilo forjado en su visión”.
Segunda etapa y tercera etapa: la madurez creativa
A falta de un panorama de desarrollo amplio decide emigrar a la Ciudad de México en 1936 y es ahí en donde realizaría gran parte de sus mayores obras con un estilo maduro. Su propia casa y jardín en Tacubaya es una autobiografía poética, elemental y laberíntica. Elena Poniatowska la definía como el monasterio para un solo monje. Sus escaleras de madera de sabina que se pierde en la lógica newtoniana, el ventanal dividido por una cruz aérea o una azotea transformada en un secreto. Una tercia de ases. Barragán sabía escoger muy bien sus amistades: Chucho Reyes Freíra era su mejor aliado en las selecciones de color, Matías Goerrtz le brindó una visión cotejada de realismo.
En 1976, el Museo de Arte Moderno de Nueva York presentó la primera exposición sobre su obra y publicó el libro-catálogo The Architecture of Luis Barragán de Emilio Ambasz. Esto lanzó a Barragán a la fama internacional. Ese mismo año recibió en México el Premio Nacional de Ciencias y Artes y para 1980 el premio Pritzker. El mal de parkinson apareció trastocándolo de una manera en la que le era imposible trabajar. Volvió por última ocasión a Guadalajara en 1985 en donde recibió el Premio Jalisco de Arquitectura. El arquitecto murió el 22 de noviembre de 1988 en su casa de Tacubaya en la Ciudad de México. Sus restos actualmente reposan en la Rotonda de los Jalisciencies Ilustres.
El legado de un artista tan sobresaliente como Barragán no es cultivado. La falta de un conocimiento al respecto permea en la vitalidad del mismo. Planeaciones, casas y diseños de Barragán en Guadalajara parecen haber sido olvidados en las raíces que forjaron al genio.
Claves
Para conocer
►La Casa Luis Barragán, construida en 1948, comprende la residencia y el taller arquitectónico de su creador.
►Las Torres Satélite, ubicadas al norte de la Ciudad de México, son un conjunto escultórico que se convirtió en ícono de esta zona. Participaron en el proyecto Luis Barragán y el escultor Mathias Goeritz.
►El documental llamado La casa Luis Barragán. Un valor histórico, del director Tufic Makhlouf Akl, se presentó en la edición de este año del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG).
Alejandra Leyva • Guadalajara